La difícil expulsión de las máquinas tragamonedas
Sólo hace falta caminar por el centro del Santiago y notar los llamativos locales, con carteles que dicen: «Juegos de Destreza y Entretención». Quizás de destreza para algunos, para otros son de azar. Estos consisten en las máquinas tragamonedas, que han estado construyendo mini casinos e invadiendo los «almacenes de barrio» del país, hace aproximadamente 7 años. El primer semestre del 2010, comenzó una masiva fiscalización en la comuna de Santiago, en la cual se clausuraron 2 cadenas de locales. Luego de esta medida (que también fue aplicada en la comuna de San Joaquín y Estación Central) y los proyectos impuestos por la Asociación Chilena de Municipalidades, ¿por qué aún se siguen comercializando estas máquinas?, ¿qué medida definitiva se puede tomar para clausurar éstos lugares?, y lo más importante, ¿por qué se quiere acabar con la comercialización y el establecimiento de las máquinas tragamonedas?.
El ludópata. Es aquella persona adicta al juego de azar, posee un impulso irreprimible de jugar a pesar de ser consciente de sus consecuencias y del deseo de detenerse. Este trastorno se ve en individuos que frecuentan casinos establecidos y con los permisos correspondientes, por lo que el perfil de sus clientes, es de tener dinero para apostar y entretenerse. También si tiene un poco más de tiempo puede optar a las comodidades del hotel, restorán y espectáculos.
Fuera de esta realidad, en sectores más populares, los almacenes de barrio han integrado las máquinas tragamonedas a sus locales. Entre sus clientes encontramos a niños, adolecentes y dueñas de casas.
Atraídos por estás máquinas en donde el premio máximo que otorgan son de 5 mil pesos, nace un nuevo perfil del ludópata.
Sergio Fuentes y su madre Giselle Camele viven en San Martín con Compañía. Ambos frecuentan el centro y sus atractivos, pero hay uno en especial al que son completamente fieles.
Giselle, después del trabajo se va a jugar los sagrados iniciales quinientos pesos, luego la apuesta en unos pocos minutos haciende a 3 mil pesos. «A veces me voy con cinco lucas a la casa y otras veces he perdido treinta lucas» dice Giselle.
Mientras tanto Sergio, cuando está aburrido se va a las máquinas, que a diferencia de Giselle sale ganando entre 2 mil y 4 mil pesos cada vez que se instala en una.
El caso de Giselle y de Sergio se repite a lo largo de todo el país. Es un ludópata que gasta el dinero en el juego, en vez de satisfacer sus necesidades básicas. El monto que se pierde es el que equivale a la comida de una semana, el transporte para la locomoción colectiva, la colación de los niños, la cuenta del agua, etcétera.
Ante esto, los municipios proponen la exterminación de los mini casinos establecidos sin el permiso correspondiente, ya que esta situación ocasiona un daño social.
El presidente de la Asociación Chilena de Municipalidades, Claudio Arriagada, junto al alcalde de Estación Central, Rodrigo Delgado, presentaron una serie de propuestas para regular el funcionamiento de máquinas tragamonedas. Entre ellas manifestaron con urgencia que el Ejecutivo envíe un proyecto que modifique la Ley General de Casinos, o en su defecto, se establezca un marco legal nuevo, que permita un control sobre la proliferación de este tipo de máquinas en las comunas de Chile.
El peruano Antonio Román, es socio de uno de los importadores de máquinas más conocido de la comuna de Santiago, apodado «Román Singueza». Román tiene 10 locales establecido en Santiago Centro (en calle Merced, Compañía y Catedral) y 50 máquinas que arrienda a almacenes y negocios pequeños. Su especialidad es el arriendo de máquinas, que consiste en instalar una máquina en un almacén o negocio (en donde el gasto de la luz utilizado corre por el dueño del establecimiento), se deja con candado y una vez por semana se retira lo recaudado en presencia de Román y dueño del negocio, la repartición es dividida entre los dos.
El precio de las máquinas va desde los 190 mil hasta 230 mil pesos al detalle, que según asegura Román: «el dinero de cada máquina se puede recuperar entre 4 o 5 meses y al mes se gana entre 60 mil y 150 mil pesos, depende del lugar en donde se instalen también». Con esta oferta, es evidente el entusiasmo por parte de los negocios pequeños, que han contribuido a multiplicar las máquinas y con ellas las estafas; «como no son artefactos de una avanzada tecnología, no es difícil controlar los premios» dice Román.
Los «permisos» usados por los dueños de los establecimientos consisten en una multa, cobrada por los abogados de cada municipalidad. Mientras se pague el monto, se obtiene la patente para que estos locales sigan en su funcionamiento, denominado: «Juegos de habilidad y destreza». Según menciona el Abogado Enrique Valenzuela, «estas máquinas no se catalogan como juego de azar, es por ellos que se obtiene el permiso. Mientras no haya un documento en el senado que prohíba los artefactos con tales características, los mini casinos seguirán en funcionamiento, y los clandestinos también». La nueva Ley de Casinos, 19.995 del 2005, establece la regulación, funcionamiento, administración y fiscalización de los casinos de juegos y juegos de azar y crea la superintendencia encargada de velar por el cumplimiento de sus normas. Es decir cualquier empresa que pretenda desarrollar una actividad económica relativa a los juegos de azar, se condiciona a esta ley y a su normativa, señalando, incluso, qué se entiende por juego de azar, definiéndolo como aquel que depende de la suerte, abarcando con ello, una serie de máquinas o maquinarias de juego.
El Plan Regulador impuesto el 2008 en la comuna de Santiago, prohíbe el funcionamiento de estos establecimientos cerca de monumentos históricos y zonas de conservación, como es el caso del Barrio Cívico. En las cercanías del barrio se han clausurado 18 lugares por funcionar sin patente. Sin embargo, la Municipalidad de Santiago tiene cifras de que hay un total de 225 locales de ese tipo, de los cuales 125 están con decretos de clausura y 76 clausurados, pero siguen funcionando.
Mientras tanto, Mariana Moena, presidenta nacional de la Asociación Gremial de Operadores Fabricantes e Importadores de Entretenimientos Electrónicos (Fiden AG), señala al diario La Nación (16 de Agosto, 2010) que la Agrupación ha sido estigmatizada por un grupo de inescrupulosos que les ha inflingido un enorme daño con sus ilícitos, como la manipulación de máquinas y creación de verdaderos mini casinos en el centro de Santiago. Para terminar con esta imagen, ella propone la fiscalización usada en España para el mismo problema que está ocurriendo en Chile. Esta consiste en poner un tope de premio más bajo de lo habitual, una imposible manipulación de la máquina (para controlar las estafas) y prohibir el uso a menores de edad.
Actualmente. El negocio de las máquinas tragamonedas se desarrolla, pero con un vacío legal, no existiendo un órgano en el Estado que se pronuncie sobre si son de azar o son de destreza.
Operan en locales comerciales de diversos giros y con distintos criterios respecto a sus permisos de funcionamiento.
Existe una gran cantidad de estas máquinas que operan en propiedades privadas, sin ningún giro comercial. No hay una normativa que fije requisitos de funcionamiento, lugares, horarios, etc. No hay una definición sobre quién debiera fiscalizarla.
Los Municipios no tienen las facultades para fiscalizarlas ni infraccionarlas